miércoles, 16 de noviembre de 2011

Sin La Vida Del Otro…



Sin La vida del otro…

Eres tan repentina como la muerte. ¡Vida!

-"Mi Vida En Gris", Como El Goteo Imparable De Un Nostálgico Sufrimiento-
Y el silencio se parte en diminutos padecimientos antiguos, en pérfidas auroras que vuelven cuando no han llegado.


Tu partida, de vuelco en vuelco ha dejado manco al corazón, sin brazos ni hoyuelos, en un batiscafo arrepentido por haber navegado.


Susurros que llegan en horas inadecuadas, retratos que padecen insomnio, cigarrillos encendidos por dedos congelados, labios marchitos y ojos moribundos.


Decir que me voy desde el suelo en el que ni siquiera estás, despedirse de quién jamás se ha conocido, de quién no dice adiós por jamás haber llegado, una maravillosa nostálgia que reparte entradas al “burlesque” del alma.


¡Vendo mi alma al mejor postor, vendo mi cielo, él que no me dejó florecer.


Las cartas dirigídas, el remitente siempre el mismo, el pensamiento vestido de mujer, hombre, niño, anciano, todo lleva el sello quemado de un nombre.


Mi vida fuera de mí. -Me hubiese encantado conocerte después de mí-.


Las horas tienen un suave y ligero sabor a pasado rancio, perdido entre livianas melodías que no vuelven, ha pasado, y trágicamente se estaciona entre un corchete interminable de malos textos.


El hombre que camina solo por las calles, descalzo, hambriento, con la barba crecida y un sin fin de malas palabras en los labios, ha dejado el corazón en alguna parte para no perder el tiempo, le veo a diario, como si su rutina fuese recordarme el ciclo en el que vivo padeciendo.


Las memorias que tengo de mí, no son precisamente recordables, las que tengo de vos, son como viajeros cansados, sedientos que alucinan tras un largo monto de tierra infértil.


Alucinaciones que repican en la punta de la lengua y siguen zumbando hasta la mente.
Es más fácil morir que entender a un poeta, es más fácil parir de cabeza que deslumbrarse ante la locura de un escritor, ante las partes reacias de sus crudas e irremediablemente flageladas letras, la pluma, la hoja y los retorcidos pensamientos que viven en sí, son mi esperanza, la esperanza de ti ; sonetos inéditos, ¡absurdos! ¡Incoherentemente bien hechos, y que no puedo leer.


¿Acaso no piensas venir a mí? Sonámbulo, diacrítico, espectro, empaño del espejo, moribunda ansiedad.


Cicatrices en el rostro, menos repulsivas que las del interior, lagrimeo constante, con nada supero el chantaje emocional que me hace la mente.
Cada uno abrazado al otro, en distinto sitio, en distinta forma, abrazados en distintos brazos, como si aquel fuese el otro.


Cuando comenzaba, todo lo que era…
Cuando te recuerdo, se apaga el silencio, para darle paso a tu susurro.
Cuando te recuerdo, me parece que las noches perfectas fueron las que reinventamos juntos.


Cuando te recuerdo, me perdono a mi misma por no haber corrido hacia vos.
Cuando te recuerdo tengo más que un recuerdo corriendo por la yema de mis dedos, entre la inmensa oscuridad de las pupilas, entre los ríos inagotables de mis mejillas.


Aún no conozco a nadie que haya sobrevivido a un infierno como este, nadie, excepto tú, que arrinconaste mi rostro y lo encapsulaste en fotografías, para recordarme, para olvidarme, para no saber de mí, sabiendo que aún existo.


Aún no conozco a quién protagonice nuestra próxima versión, pero el final será irremediablemente el mismo, como el nuestro, como lo inevitable de un hecho.
Aún no conozco a nadie que haya amado en el mismo tiempo y espacio, con la conexión de dos imanes que se colapsan, mueven y rompen al mismo tiempo.


Es lo único que padezco, “la enfermedad del tiempo”, lo único que tengo se resume a un par de ojos, un beso y una genuina noche, lo único que tengo se resume a un recuerdo, que no se termina de marchar.


Los muertos no hablan, [nosotros escribimos.]


Los muertos no susurran, [nosotros nos imaginamos.]


Los muertos no saben que han muerto,[ nosotros vivimos sin saber que lo hacemos]


[…] esta noche estoy tan triste, como lo estaré el resto de las noches que me queden de vida […]


Un muerto jamás tomaría tu mano de la forma en la que yo la sostengo, un muerto jamás te vería de la manera en la que se desvanecen mis pestañas sobre tu hombro.


El día que te perdí, el día que me perdiste, sin saberlo como tal, sin planearlo, sin vivirlo y aún sin saberlo de cierto; nos tomamos de la mano, caminamos en dirección paralela, nos despedimos, uno a la izquierda y el otro a la derecha, tan cerca y no pudimos decirnos adiós, sin matar el cuerpo que camina, viste y calza, nos tomamos uno al otro, y nos suicidamos, juntos a un eterno y sobrehumano retrato sin imagen, que nos desprendió la vida del cuadro para encerarnos en lo único que jamás nos separará, ¡una trágica muerte!.


-Coloca tu mano, aquí...
-¿Sientes? Sí.
Es mi corazón, está roto y jamás se restaurará.


Lo que uno escribe…
                                     El otro lo continúa…


A ti, que en otra vida, morirás, justamente el día de mi nacimiento.


                                  (Así era, es, será…)

2 comentarios:

  1. has regresado en un momento tan preciso que no sabes como me has alimentado ...

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  2. =) Espero que así sea. por mucho tiempo

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Se Fuman Mis Ojeras.