jueves, 28 de junio de 2012

-Y De Un Aletazo-




Y las palomas fueron desplomándose, del cielo, de los campos, de las repisas de las ventanas, de las estatuas en Roma, de los parques en Europa, fue vaciándose el cielo, simplemente quedó azul, como un lienzo virgen esperando el pincel, como un vaso congelado más que blanco más que transparente.


Sin hojas de olivo fue perdiéndose el mundo ante mis ojos, ante la ceguedad abierta de esta mirada, no había nada más por hacer, no había latidos sobre la tierra, no había más enamoramiento en las sonrisas, sin lugar a duda había perdido gusto por vivir, no me gustaba vivir pero no podía no hacerlo.

Y comprendí muy oportunamente que sigue siendo el vacío solo eso, un hueco invisible plantando, bien cimentado en el esófago, una circunstancia que me obliga a llorar, contra mi voluntad, contra mis propios deseos, un disfraz mal costurado de la capa interior del corazón, es la estrecha y pequeña línea de mi imaginación casi extirpada, sin solución, sin más tregua.

Sigo cuestionando al Dios que me niego a reconocer, ¿cuántas cartas le habría escrito? ¿Cuántos cancioneros no terminados habré compuesto? ¿Cuántas pinturas sin color habré plasmado? Enamorarme del hombre con el nombre  más feo del mundo, infectarme de tantos vicios, Sigo parlando a solas como cuando era niña, sigo con los mismos temores, que ahora son mis más acérrimos enemigos.

Sigo por Todo lo que he jurado en vano, sigo, despidiendo ese olor a ceniza y café amargo, ese “agridulce entre cortado” que picotean las palomas que han bajado para despedirme, No bebo del vaso roto, no bebo porque se me ha caído la lengua, de tanto besar bocas sin sabor, ya no creo en las mentiras, tampoco en las verdades, ya no creo simplemente, en nada en nadie.

Mi corazón caminó mil veredas infectadas, mi corazón se desnutrió en la cansada espera, mi corazón simplemente escapó de mí, por la mala vida que le daba, las palomas bajaron para comérselo a pedazitos, para hacerlo como coladera, como remiendo de tristeza, y se ha quedado colgado en un árbol de Casuarina.

De mis viajes sin regreso, ¿cuál de ellos me trajo a casa? Cuál de ellos salvaguardó mis sentimientos, es mentira, que los pardos son los únicos que pasean de noche, yo intenté por todos los medios de pintarme azul transparente y entre el ir y venir se me oscureció la noche.

Tengo un pedazo de tiza, dibujo jaulas en el piso, jaulas con un traste con agua y uno con alpiste, las palomas que se me perdieron del cielo, vendrán volando, estampando su pico perfecto en mis jaulas inventadas, todas ellas sin rumbo, sin saber porque, regresarán a su sitio.

Mis palomas han dormido un millar de años luz, mis palomas son mis cuentos, mis tristezas mi amores frustrados que ya no caben en el cielo ni en el suelo ni en el subsuelo, mi cielo se ha partido con los arañazos que dejé en la puerta, se ha pintado del rastro “sendérico” que dejaste al despedirte, ¿pero qué digo despedirte? Si ni bondad alguna hubo en ti, solo así, llegaste, “te viniste” te saliste y te fuiste.

¿Manchones de lágrimas, vasitos diminutos de hielo en el congelador, ¡agua para palomas!, roció de la mañana, y en todos estos años, mis trazos tan amargos, mis carreteras dibujadas, apodadas de mí, con mis huellas, con mis llantas incrustadas, aquellas viejas canciones que tanto dolían decir, hoy son “cotidianas” como cualquier subvenir.

Escribo porque no encuentro razón alguna para pensar, escribo porque las palomas que había en el cielo no me pueden escuchar, porque mi paz se fue al infierno 7 años atrás, escribo porque no hay remedio alguno, la pizarra al corazón, la venda hecha tinta y la cura mi eterno reclamo a la vida.

Y cuando miré al cielo, no había nada, seguía tan sola como acompañada, mis ojos no tenían más luz, mis manos enrolladas y calcinadas, mi boca sedienta era un pozo de inanición y cuando miré al cielo, aquel pájaro que fui, estaba colgado en medio, con los ojos entre sacados, con las plumas desprendidas, con el pico bretado y con el corazón hecho añicos.

Y las palomas fueron desplomándose, del cielo, de los campos, de las repisas de las ventanas, Y cuando comprendí que el cielo era mío, ya no pude volver a escribir, se quedó el cielo en blanco, en mudo mi silencio fue, un mar de lagrimas perdido, un corazón desprendido, un amor que nunca olvido y aquellas palomas blancas se comieron mi paz, y se fueron volando para nuca regresar. 

Una pausa Del cielo, se caen, del cielo se han caído.  [...] Mis palomas dijeron AMÉN.