Y las palomas fueron desplomándose, del cielo, de los campos, de las repisas de las ventanas, de las estatuas en Roma, de los parques en Europa, fue vaciándose el cielo, simplemente quedó azul, como un lienzo virgen esperando el pincel, como un vaso congelado más que blanco más que transparente.
Sin hojas de olivo fue perdiéndose el
mundo ante mis ojos, ante la ceguedad abierta de esta mirada, no había nada más
por hacer, no había latidos sobre la tierra, no había más enamoramiento en las
sonrisas, sin lugar a duda había perdido gusto por vivir, no me gustaba vivir
pero no podía no hacerlo.
Y comprendí muy oportunamente que
sigue siendo el vacío solo eso, un hueco invisible plantando, bien cimentado en
el esófago, una circunstancia que me obliga a llorar, contra mi voluntad,
contra mis propios deseos, un disfraz mal costurado de la capa interior del
corazón, es la estrecha y pequeña línea de mi imaginación casi extirpada, sin
solución, sin más tregua.
Sigo cuestionando al Dios que me
niego a reconocer, ¿cuántas cartas le habría escrito? ¿Cuántos cancioneros no
terminados habré compuesto? ¿Cuántas pinturas sin color habré plasmado?
Enamorarme del hombre con el nombre más
feo del mundo, infectarme de tantos vicios, Sigo parlando a solas como cuando
era niña, sigo con los mismos temores, que ahora son mis más acérrimos enemigos.
Sigo por Todo lo que he jurado en
vano, sigo, despidiendo ese olor a ceniza y café amargo, ese “agridulce entre
cortado” que picotean las palomas que han bajado para despedirme, No bebo del
vaso roto, no bebo porque se me ha caído la lengua, de tanto besar bocas sin
sabor, ya no creo en las mentiras, tampoco en las verdades, ya no creo simplemente,
en nada en nadie.
Mi corazón caminó mil veredas
infectadas, mi corazón se desnutrió en la cansada espera, mi corazón
simplemente escapó de mí, por la mala vida que le daba, las palomas bajaron
para comérselo a pedazitos, para hacerlo como coladera, como remiendo de
tristeza, y se ha quedado colgado en un árbol de Casuarina.
De mis viajes sin regreso, ¿cuál de
ellos me trajo a casa? Cuál de ellos salvaguardó mis sentimientos, es mentira,
que los pardos son los únicos que pasean de noche, yo intenté por todos los
medios de pintarme azul transparente y entre el ir y venir se me oscureció la
noche.
Tengo un pedazo de tiza, dibujo
jaulas en el piso, jaulas con un traste con agua y uno con alpiste, las palomas
que se me perdieron del cielo, vendrán volando, estampando su pico perfecto en
mis jaulas inventadas, todas ellas sin rumbo, sin saber porque, regresarán a su
sitio.
Mis palomas han dormido un millar
de años luz, mis palomas son mis cuentos, mis tristezas mi amores frustrados
que ya no caben en el cielo ni en el suelo ni en el subsuelo, mi cielo se ha
partido con los arañazos que dejé en la puerta, se ha pintado del rastro “sendérico”
que dejaste al despedirte, ¿pero qué digo despedirte? Si ni bondad alguna hubo
en ti, solo así, llegaste, “te viniste” te saliste y te fuiste.
¿Manchones de lágrimas, vasitos
diminutos de hielo en el congelador, ¡agua para palomas!, roció de la mañana, y
en todos estos años, mis trazos tan amargos, mis carreteras dibujadas, apodadas
de mí, con mis huellas, con mis llantas incrustadas, aquellas viejas canciones
que tanto dolían decir, hoy son “cotidianas” como cualquier subvenir.
Escribo porque no encuentro razón
alguna para pensar, escribo porque las palomas que había en el cielo no me pueden
escuchar, porque mi paz se fue al infierno 7 años atrás, escribo porque no hay
remedio alguno, la pizarra al corazón, la venda hecha tinta y la cura mi eterno
reclamo a la vida.
Y cuando miré al cielo, no había
nada, seguía tan sola como acompañada, mis ojos no tenían más luz, mis manos
enrolladas y calcinadas, mi boca sedienta era un pozo de inanición y cuando
miré al cielo, aquel pájaro que fui, estaba colgado en medio, con los ojos
entre sacados, con las plumas desprendidas, con el pico bretado y con el
corazón hecho añicos.
Y las palomas fueron desplomándose,
del cielo, de los campos, de las repisas de las ventanas, Y cuando comprendí
que el cielo era mío, ya no pude volver a escribir, se quedó el cielo en blanco,
en mudo mi silencio fue, un mar de lagrimas perdido, un corazón desprendido, un
amor que nunca olvido y aquellas palomas blancas se comieron mi paz, y se
fueron volando para nuca regresar.
Una pausa Del cielo, se caen, del cielo se han caído. [...] Mis palomas dijeron AMÉN.